Los azulgrana abaten a un inofensivo Zaragoza con una cómoda goleada
RAMON BESA - Barcelona – 19/11/2011 – EL PAÍS
Messi tiene que jugar por decreto y no porque lo diga Guardiola. No se cansa nunca, independiente de donde venga y adónde vaya, y la hinchada no para de mirarle, en el estadio y por la televisión, siempre cautivada, expectante con el último gol de La Pulga. Ya suma 15 en la Liga, 14 en el Camp Nou, muy bonitos la mayoría. Nadie dignifica más el oficio de futbolista y el espectáculo que Messi.
Nunca será un jugador anónimo, incluso en partidos sencillos como el de hoy, protagonizado por los tantos de los centrales y la nueva suplencia de Villa, mitad reserva, mitad titular. Los partidos del Barcelona exigen la presencia de Messi. Hoy pareció por momentos que había dos encuentros en uno, el que jugó el Barça y el de La Pulga, que dejó un nuevo gol para el recuerdo, un momento sublime, poco después de que la afición se irritara con la figura argentina por su empeño en convertir en extraordinaria la jugada más normal del mundo. Messi necesita procesar el fútbol a su manera, y a veces sorprende a su propio equipo, que le mima, le adora, le consiente todas las cosas, incluso que sea titular y no le cambien nunca por ley. Hoy jugó, por supuesto, y marcó un gol, el segundo de la cuenta, el mejor, que no el decisivo, porque el equipo fue también capaz de marcar sin que la pelota pasara por los pies de La Pulga.
Apretó el Barcelona desde la salida, muy bien puesto en la cancha, intenso en la presión, empeñado en filtrar el último pase y en facilitar la llegada de la segunda línea antes que armar un buen tiro a portería. Abierto el campo con dos extremos naturales como Cuenca y Alexis, el juego se centrifugó alrededor de Messi, y la pelota no se movía del balcón del área del Zaragoza, incapaz de atravesar la línea de medio campo. Hubo un instante en el que incluso Messi advirtió a Cuenca que no centrara por centrar mientras la defensa de ayudas montada por Aguirre le rebanaba reiteradamente la pelota a Alexis Sánchez. La hinchada apostaba a que el partido se rompería por el sitio que decidiera La Pulga. Y ya se sabe que las maniobras de Messi alimentan el suspense sin que necesariamente tenga que crear ocasiones de gol o, cuanto menos, de forzar la intervención del portero.
El fútbol azulgrana es tan dinámico y virtuoso que los rivales descansan cuando defienden las jugadas de estrategia, como si los goles a balón parado no fueran propios del repertorio del Barça, no fueran válidos o estuvieran fuera del guion de sus partidos. La zaga maña, exigida desde que pisó el campo, se aflojó a la salida de un libre indirecto botado por Xavi y Piqué cabeceó a la red de Roberto.
El gol, sin embargo, no varió para nada el paisaje del encuentro. Había decidido Messi que no valía si no se resolvía a su manera, así que el balón no se soltó nunca de los cordones de la bota de La Pulga. Hubo un momento en que se recreó tanto que su sombra acabó por quitarle el cuero. Excelso en la elaboración, el zurdo argentino penalizaba en la definición, a veces excesivamente retórico y a menudo obstaculizado por Roberto. Y que se sepa no hay nadie capaz de llevarle la contraria a Messi. Mereció la pena aguardar el gol del 10. Asistido por Cesc, Messi recibió de espaldas a la portería con la derecha, le dio continuidad al balón con un excelente control orientado, regateó con la zurda al central que salió a su paso y cruzó a la red sobre la salida del meta con la diestra.
Una vez complacido Messi y resuelto el partido, hubo tiempo suficiente para distraerse con cosas menores y, sin embargo, no menos importantes, como el gol de Puyol después de un arrebato ofensivo del central, que no paró de bracear y mover las piernas hasta meter el cuero en la portería; o un desborde del excelente Juan Carlos, que le sacó dos metros a Alves en una carrera estupenda; o el cabezazo de Villa a centro de Cuenca, una acción propia de un equipo que juega con extremos y un ariete como El Guaje, reconciliado con el gol.
Nada tuvo que decir el Zaragoza en un día más bien desagradable. El Camp Nou no se le da bien al equipo aragonés, abatido por alto y por bajo, víctima de la voracidad del Barça y de la sensibilidad de Messi. Jugaron con determinación los muchachos de Guardiola, para nada afectados por el virus FIFA ni por el calendario, y Messi volvió a dejar su señal de genio cuando no hacía falta y se le invitaba a parar. No descansa ni da tregua La Pulga y bien que lo agradece el Barcelona. Ambos ganaron su partido.
BARCELONA, 4- ZARAGOZA, 0
Barcelona: Valdés; Alves, Piqué, Puyol, Maxwell; Xavi (Thiago, m.56), Keita, Cesc (Villa, m.67); Cuenca, Messi y Alexis (Iniesta, m.56). No utilizados: Pinto; Fontàs, Abidal y Mascherano.
Zaragoza: Roberto; Juárez, Lanzaro, Mateos, Paredes (Abraham, m.80); Ponzio, Meira; Barrera (Lafita, m.45), Luis García (Micael, m.45), Juan Carlos; y Postiga. No utilizados: Alcolea; Zuculini, Ortí y Edu Oriol.
Goles: 1-0. M. 18. Piqué cabecea una falta botada por Xavi. 2-0. M. 43. Messi cruza con la derecha un pase Cesc. 3-0 M. 53. Lanzaro y Puyol rematan al alimón. 4-0. M. 75. Villa cabecea una asistencia de Cuenca.
Árbitro: Undiano Mallenco. Amonestó a Lanzaro, Juárez, Piqué y Micael.
66.692 espectadores en el Camp Nou.