El Barça, cada vez mejor, aguarda el siguiente proyecto de Guardiola
El mayor secreto del Barcelona es que su juego evoluciona más deprisa que cualquiera de los antídotos de sus rivales tanto en la Liga como en la Copa de Europa, los dos títulos que acaba de ganar y que le sitúan como el equipo del momento y de la década: 10 trofeos conseguidos de los 13 en litigio desde que Pep Guardiola llegó en 2008 al banquillo del Camp Nou. Va el Barça un paso por delante, seguro de haber dado con la fórmula del juego y, al tiempo, capaz de mejorar con los años sin perder la identidad, siempre reconocible por su estilo. "El futbol et torna el que li dónes" ("el fútbol te devuelve lo que le das"), se lee en la camiseta de los tetracampeones europeos. A más generosidad, mayor admiración y más copas
Messi se supera en cada ejercicio. Tanto, que ha conquistado el tercer trofeo consecutivo como máximo goleador de la Champions con 12 tantos, la cifra récord que en 2003 anotó Van Nistelrooy. La Pulga es el animal competitivo por excelencia, de acuerdo con la definición de Guardiola. Inigualable en su repertorio individual, ejerce ahora como fenómeno de equipo. El poder, sin embargo, recae en la colectividad. Manda La Masía y, por tanto, la autoridad está personificada en Puyol, Xavi, Iniesta, Valdés... La residencia de la cantera azulgrana no tiene fronteras y presume de futbolistas de distintos rincones del mundo: de Argentina, de Tenerife, de Albacete, de Terrassa... Y a la cabeza del triunfo, en tanto que líder, está Guardiola.
A partir de la idea de Cruyff, el método de Guardiola ha dado vuelo y grandeza al Barcelona. La condición de ideólogo y gurú azulgrana, admirado como gestor y conductor de equipo, ha provocado que a veces no se repare en él como entrenador. Nada mejor para reivindicar su figura que la final del sábado contra el Manchester United de Alex Ferguson. Advertido de que el campeón inglés es un experto en las jugadas de estrategia, el Barça no concedió ni un solo córner y solo contó cinco faltas mientras que en la elaboración ofreció un excelente repertorio, reflejado en los tres goles y en acciones a balón parado más propias del billar o del fútbol sala. Los ejemplos de Rijkaard y Cruyff han iluminado en su extraordinaria trayectoria a Guardiola.
A buen seguro que el hoy técnico del Barcelona recordó la final de Atenas perdida contra el Milan en el momento de preparar la de Londres y también en la descomposición del equipo comandado por Ronaldinho después del éxtasis de París. Guardiola exige actitud y compromiso, estimula el deseo e invita a sus muchachos a competir para seguir en la cumbre del mundo. No se cansa de ganar ni siquiera cuando la mayoría de sus jugadores son campeones mundiales. El mérito del entrenador está en ser tan exigente con el equipo como consigo mismo. Guardiola ha ido retocando el plantel hasta cuadrar un grupo aparentemente tan perfecto que solo admitiría retoques a fin de aumentar la profundidad del banquillo para oxigenarlo.
No dudó en prescindir de Ronaldinho y Deco. Al año siguiente traspasó a Eto'o y al tercero pidió que le quitaran a Ibrahimovic. A Guardiola le encanta tomar decisiones y ahora se aguarda su declaración de intenciones para saber qué le aguarda al barcelonismo en el cuarto ejercicio. No es fácil encajar en el equipo ni tampoco congeniar con Messi. Las novedades para la próxima temporada pueden ser los regateadores. Jugadores como Aléxis Sánchez y Neymar están en la agenda, como también Cesc y puede que algún zaguero, además de José Ángel, que alternaría con el filial. Aunque el Barça no necesita ídolos e insistirá en jugadores de equipo como Mascherano, Adriano, Villa y Afellay, le conviene marcar el futuro con nuevas figuras.
La mejor manera de honrar al dream team en tanto que su progenitor es reinventarse continuamente para no acomodarse y seguir sorprendiendo a los contrarios. Hacer que el regreso a Wembley haya sido mejor que la ida en 1992, cuando empezó el cuento de hadas. Hoy ya son seis los jugadores que cuentan con un triplete europeo: Valdés, Puyol, Piqué, Xavi, Iniesta y Messi. Una señal de que el éxito es tan reciente como continuo, pero no atonta. El equipo se ha sobrepuesto en un año a un rosario de situaciones que antes habrían marcado su decadencia cada una por sí sola: la enfermedad de Abidal, el noviazgo de Piqué con Shakira y el virus FIFA.
Vive el Barça unos días estupendos, en el fútbol y en las demás secciones, y su bienestar es tal que quizá ha llegado el momento de decretar el estado de felicidad permanente.